PETER DOHERTY. ESA PUTA FATALIDAD ROMÁNTICA QUE TODOS QUISIMOS IMITAR.

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PETER DOHERTY. ESA PUTA FATALIDAD ROMÁNTICA QUE TODOS QUISIMOS IMITAR.

“-Lo único que podemos hacer es empezar de nuevo.
-Lo cierto es que no me parece difícil.
-Lo difícil es empezar…”


Esperando a Godot - Samuel Becket


Corría el año 2009 y como muchas noches de viernes, mi padre y yo escuchábamos música en
un iPod conectado a unos altavoces del salón de casa. Teníamos mucha música, y estábamos
muy al corriente de la nueva escena underground británica.


Semanas atrás habíamos visto This Is England y, entusiasmados por aquella película, mi padre
debió rememorar cómo aquellos Rudeboys se parecían a Peter Doherty y me dijo:
- ¡Hey mira!, éste es Peter Doherty. Fue el novio de Kate Moss, ¡que cabrón!


Giró aquella ruleta del Ipod arcaico y sonó Dont look back into the sun. Unos tipos disfrazados de
los Beatles combinaban ritmos de The Jam con el salvajismo de The Clash. Era todo lo que
necesitaba un enamorado del punk: ver que el fatalismo volvía a estar de moda.


Me compré un sombrero de felpa y lo usé hasta la saciedad, todo por parecerme a él, a Peter.
Fue mi primer acercamiento a la moda inglesa. ¡Y menudo acercamiento!: americanas, corbatas y
camisas blancas, el disfraz perfecto para un niño gallego de 15 años.


Si mi vida fuera una película, Peter Doherty sería uno de mis leitmotivs. Me ha acompañado en
todas las etapas de mi vida. Incluso hace poco lo he vuelto a descubrir y con la madurez que
ahora atesoro veo su obra de otra manera. Una obra llena de matices, referencias y romanticismo
y, sin embargo, también veo en su personaje todo aquello que nunca quise ser. ¿O sí?.


Como él mismo cuenta en sus memorias, “Peter Doherty. Un chaval prometedor”, editadas hace
unos meses. Peter nació en el seno de una familia militar: padre de origen Inglés y una madre de
origen Ruso, al más puro estilo de una novela naturalista.

La vida errante de un militar de los años 80s nunca fue para él. Con 16 años decidió irse a vivir
con su abuela a Londres. Parecía que por fin Peter encontraba su lugar. Brillante en los estudios,
metódico en su obra (ganó varios concursos de poesía), a Peter le esperaba un futuro muy
prometedor. ¿O no?.


Para compatibilizar su interés en la escritura, se buscó un trabajo a medida. Se convirtió en el
enterrador del cementerio de Willesden, al norte de Londres. Entre tumba y tumba, Peter leía a
Sartre, Beckett, Joyce, Keats, Lord Byron, Orwell, Bukowski.


Esto le despertó el interés universitario. En el año 96 entró en la universidad de Londres para
estudiar Filología inglesa. No fue bien: abandonó sus estudios en su primer año, y decidió que lo
mejor era irse a vivir la vida bohemia al piso del mejor amigo de su hermana, Carl Barât, con el
que años más tarde fundaría The Libertines.


Pese a que en la casa de Peter ninguno era músico, sí había mucha cultura musical en esas
cuatro paredes. Su madre era una apasionada de Motown y Stevie Wonder, mientras que su
padre era algo más cañero: The Kinks, Small Faces… Como cualquier adolescente de principios
de los 90s, Peter se entregó al Britpop. Continuamente compraba la NME (New Music Express),
soñando con salir en aquella icónica portada, cosa que consiguió un par de veces.


La relación entre Carl Barât y Peter es digna de una obra de Samuel Becket. Juntos construyeron
una visión romántica y mítica de The Albion, el nombre con el que muchos historiadores se
refieren a la Inglaterra arcaica. En esta cosmovisión artística y llena de tópicos nacionalistas The
Albion es un barco, lleno de personajes dickensianos y estraperlistas de clase baja. En definitiva,
para estos dos personajes, Inglaterra era un gran barco lleno de piratas y artistas frustrados. ¡Qué
acertado!.

Peter Doherty junto a Carl Barât


Con todo este coctel de música, poesía, drogas y visiones casi místicas, no fue de extrañar que
el primer álbum de the Libertines, Up the Bracket!, se consolidara entre los números uno de los
éxitos en la Perfida Albion.


Fue por muchos catalogado como un álbum distinto, la perfecta unión entre el britpop y el
desencanto, la poesía inglesa y un nacionalismo en continuo declive.
La manera posesiva y casi romántica que tenían Peter y Carl de compartir micrófono y
composiciones llenó los principales tabloides de Inglaterra de titulares sobre su supuesta
homosexualidad.


En 2003, tras muchos problemas internos relacionados con un consumo indiscriminado de
opiáceos y una relación individualista y tóxica, Carl decide expulsar a Peter de la banda, The
Libertines en su apogeo, quedándose fuera el alma de su propia poesía.
Mientras The Libertines giran por Japón, Peter se entera de que ya le han encontrado sustituto y
en un alarde de matonismo británico entra en la casa de Carl en el barrio de Mayfair, y roba una
vieja guitarra y un premio de su añorada NME.


Tras la sentencia, Peter ingresa por primera, y última vez en la cárcel. Dos largos meses para un
adicto a las drogas, que aprovechó para reconciliarse vía correspondencia con su amigo Carl.
El día que todo terminó solo había una persona esperando a Peter en la puerta de la cárcel: su
amigo Carl. ¡Qué escena!, más inglesa que la rosa de Tudor.


Peter, será recordado, no solo por mi padre, sino también por todos esos tabloides, como “el
hombre que llevó a Kate Moss a la decadencia y las drogas”, pero aquí no haremos apología de
ello, para eso ya está The Sun.


Peter Doherty tiene anécdotas mucho mejores, más divertidas y peor recordadas, como por
ejemplo el día que decidió llamar a los Rolling Stones “una banda de viejos que tocan canciones
para bodas”. O el día que perdió un partido benéfico de futbol y decidió mear dentro del trofeo,
en nada más y nada menos que The Den, el estadio del Milwall.


La relación de Peter con el mundo del futbol es cuanto menos escabrosa. Con The Libertines
escribió un par de himnos dedicados a los seres que poblamos las gradas de los estadios. What
a waster es y será una de esas canciones que no puede faltar en ningún recopilatorio de nuestra
música. Además, también con The Libertines, escribe Hooligans on E, la canción de canciones,
una pequeña oda a la violencia inspirada en un partido de FA Cup en el año 1994 que Peter
presencio junto a su padre en el ya mencionado estadio del Milwall.


En definitiva, Peter es todo lo que un inglés esconde en sus adentros, un ser poético, melancólico
como una tarde de otoño en Londres pero con más vicios que virtudes. Un ser que muchos nos
preguntamos cómo puede seguir vivo.


Peter es la viva imagen de lo que todos queremos ser a las 5 de la mañana en cualquier
discoteca de la ciudad, pero todo lo que no queremos ser cuando te levantas por la mañana. Un
ser algo díscolo, pero a la vez rodeado por un aura poética que entusiasma.


Ese chico prometedor ahora vive en Alemania. Totalmente desintoxicado vive su vida de manera
tranquila, con muchos kilos de más pero sin aquella mochila llena de drogas y excesos que todos
nos imaginamos cuando pensamos en él.


Además, está inmerso en muchos proyectos. Entre sus obras artísticas expuestas en muchas
galerías underground de Berlin está su reencuentro con los chicos de The Libertines.
Hace dos semanas, razón que ha motivado este artículo, The Libertines volvían a las portadas
con el anticipo de su próximo disco, el single Run Run Run.


Un single lleno de sonidos británicos, una obra completa de poesía sintetizada en dos minutos de
canción. Una obra que evoca a The Jam. Una pieza que anima al oyente a correr más rápido que
su pasado.


En la última estrofa podemos escuchar: “Es una resaca de pesadilla, es un encuentro de una
noche”. La perfecta definición de por qué siempre quisimos ser como Peter pero no pudimos.


Don’t forget the Riots.
Mr Parkas

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